En octubre de 1934 se produjo un movimiento huelguístico en España cuya trascendencia ha llevado a muchos historiadores a definirlo como el preludio de la Guerra Civil española y como el nacimiento de la polarización a dos bandas de la política española: por entonces, los revolucionarios y los conservadores . Se trata de un debate que se mantiene abierto. Al margen de su interpretación, los hechos fueron los siguientes:
Los antecedentes
Las elecciones de 1933 dieron el triunfo a los radicales y a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Comenzaba el llamado Bienio Negro o Bienio Conservador de la II República española. El Partido Radical pudo gobernar a lo largo del año 1933 y parte del siguiente, pero el apoyo de la CEDA al Gobierno tenía un coste: la paralización o suspensión de alguna de las reformas del bienio anterior.
Debido a ello, y temiendo una posible entrada de la CEDA en el Gobierno, se generó una oleada de protestas por parte de organizaciones socialistas y republicanas. Y lo temido se hizo realidad: la CEDA se incorporaba al gobierno el 4 de octubre de 1934. La formación del gobierno radical-CEDA provocó que la Unión General de Trabajadores (UGT) declarase la huelga general y el presidente del gobierno, Alejandro Lerroux, reaccionó proclamando el estado de guerra.
Por la falta de coordinación y por la contundente respuesta del gobierno, el movimiento huelguístico solo tuvo un éxito inicial en tres puntos del mapa español: País Vasco, Asturias y Cataluña, pero fue en estas dos últimas regiones donde los acontecimientos alcanzaron una mayor extensión.
¿Qué ocurrió en Cataluña?
Para entenderlo, debemos remontarnos al 9 de junio de 1934, día en el que el Tribunal de Garantías Constitucionales veta la ley de contratos de cultivo (rabassaires). Una ley que tenía como finalidad proteger a los campesinos arrendatarios de la rabasa morta y propiciar su acceso a la propiedad de la tierra que cultivaban. Este hecho originó una grave crisis entre el gobierno central y el regional. Asimismo, desde finales de 1933, la transferencia de poderes que contemplaba el ya aprobado estatuto catalán se había demorado. Estos y otros acontecimientos provocaron que Lluis Companys (presidente de la Generalitat) proclamase el «estado catalán dentro de la república federal española». La subversión fue reprimida y, al día siguiente, el gobierno de la Generalitat quedó detenido.
La Revolución de Asturias
En la región, el ambiente era propicio para una huelga general revolucionaria. La razón se encontraba en que la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y la UGT participaron unidas bajo la sigla Unión Hermanos Proletarios (UHT), organización que también acogió a comunistas.
La huelga general se declaró la noche del 4 de octubre. Los mineros, bien organizados, tomaron toda la cuenca, desde Mieres hasta Oviedo. Tomaron puestos de la Guardia Civil, atacaron iglesias y ocuparon ayuntamientos. En apenas tres días, casi toda Asturias se encontró en manos de los mineros. El Gobierno actuó con dureza. El 8 de octubre desembarcaron en Asturias parte de la Legión Extranjera y de los Grupos de Regulares. Tropas que habían sido enviadas desde Marruecos y que se encontraban al mando del general Francisco Franco quien, desde Madrid, dirigía todas las operaciones militares. Catorce días después caía lo que se ha llegado a denominar la comuna española (en clara alusión a la Comuna de París).
La asturiana se saldó con más de 1 000 revolucionarios muertos y 30 000 detenidos. Las cárceles se llenaron de presos políticos, incluido Largo Caballero, histórico dirigente socialista y de la UGT.
La cruenta represión supuso la muerte política de Lerroux y la Revolución de Asturias aceleró la formación de la alianza de izquierdas en el llamado Frente Popular.
Me gusta acompañar este relato con la palabra del poeta Pedro Garfias, quien, tras la caída de Asturias en 1937 (durante la Guerra Civil española), escribió un poema rememorando los sucesos de 1934. Un poema que sería musicado por el cantautor Víctor Manuel y que evoca la rebeldía de los asturianos en dos de los capítulos más oscuros de su historia contemporánea.
Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte…
Asturias verde de montes
y negra de minerales.
Yo soy un hombre del Sur
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de pan y horizontes…
¡Hambre!
Bajo la piel resecada
ríos sólidos de sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarte.
Los ojos ciegos, los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias del alma,
hija de mi misma madre.
Dos veces, dos, has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida,
y las dos te la jugaste.
¿Quién derribará ese árbol
de Asturias, ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable
que corre por toda España
crispándonos de coraje?
Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra este cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme,
herida viva su carne.
Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.
Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias está aguardándote
sola en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.
PEDRO GARFIAS