LA EDAD MEDIA. TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE CAMBIO

AL-ÁNDALUS Y REINOS CRISTIANOS

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Continuamos este viaje por la Historia de España con la invasión musulmana de la península ibérica.  Un periodo de casi ocho siglos de dominación islámica en el territorio denominado al-Ándalus que coincidieron con el control de los cristianos en diferentes condados y reinos del norte peninsular. Este bloque quedará dividido en dos: una primera unidad dedicada a al-Ándalus y una segunda destinada a conocer la formación y la expansión de los reinos cristianos, el feudalismo y la repoblación. ¿Comenzamos?

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LA CONQUISTA MUSULMANA (711-716)

Cuando los musulmanes irrumpen en la península ibérica en el año 711 con ánimo de conquista, llevaban ya más de medio siglo en continua expansión. La nueva religión se diseminaba por el norte de África sin hallar apenas resistencia. Por eso hay que entender la conquista de Hispania y de gran parte del territorio peninsular en el contexto de  la expansión del islam. También se debe entender la conquista en el proceso de debilitación interna de la monarquía visigoda y del hecho de que no existiese un verdadero arraigo social a las estructuras políticas imperantes.

En este contexto, el dirigente musulmán Musa aprovechó la inestabilidad interna de los visigodos para iniciar su expansión territorial más allá del Estrecho. Al mando del general Tariq, siete mil hombres se adentraron en Gibraltar en el año 711 y derrotaron en Guadalete al ejército de Roderico (Rodrigo, último rey visigodo).

Al año siguiente, Musa se unió a las tropas de Tariq con nuevos contingentes, y para el año 714 se había consumado la conquista de casi toda la Península. En el año 718 la ocupación de lo que se denominaría al–Ándalus se hizo efectiva, en parte por el pago de su sumisión y el pago de tributos de la nobleza visigoda a cambio de la conservación de sus tierras.

LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE AL- ÁNDALUS

La conquista de todo el territorio peninsular no fue posible, los musulmanes no mostraron un gran interés en aquellos territorios de escasa romanización situados al norte, aunque intentaron algunas incursiones.  No obstante, en el territorio dominado pronto comenzó a establecerse una organización política.

EL EMIRATO DEPENDIENTE (714-756)

Durante el primer periodo los invasores se establecieron bajo el mando de emires (jefes superiores) dependientes del califato de Damasco. En estos años se produjeron rivalidades y revueltas entre facciones rivales árabes y la derrota de Covadonga (722), que aseguró el territorio al reino cristiano de Asturias. También es relevante la derrota de Poitiers (732) ante los francos y el abandono de las pretensiones musulmanas en los Pirineos.

EL EMIRATO INDEPENDIENTE (756-929)

En el año 750, los omeyas fueron derrocados en Oriente Medio. El califa fue expulsado de Damasco y prácticamente toda su familia fue asesinada. Ello dio inicio a una nueva dinastía, la de los abasíes, y al traslado de la capital a Bagdad.

De la matanza perpetrada había escapado el omeya Abd al-Rahman I, que huyó hacia la Península, en donde se hizo con el poder en 756 y creó el emirato independiente de Córdoba. Esta independencia fue exclusivamente política, pues se siguió respetando la autoridad religiosa del califa de Bagdad.

En este periodo se consolidó la base política, administrativa y militar del territorio, pero también fueron frecuentes los conflictos entre el poder central establecido en Córdoba y los gobernadores de los territorios fronterizos (marcas). A ello, además, hubo que sumar los conflictos derivados con la población mozárabe (personas que, viviendo en territorio musulmán, conservaban su religión cristiana) y muladí (cristianos convertidos al islam).

Los distintos sucesores de Abd al-Rahaman I tuvieron que lidiar con estas revueltas internas sin mayor fortuna, por lo que los últimos años del emirato se caracterizaron por una creciente inestabilidad política.

EL CALIFATO (929-1031)

En este contexto de debilidad del poder central llegó al poder Abd al-Rahman III, quien, avalado por sus éxitos militares, se proclamó califa en 929. Esto implicaba una independencia no solo en el ámbito político, sino también en el espiritual.

Durante su mandato al-Ándalus se convirtió en la potencia hegemónica del islam occidental al detener el avance de los reinos cristianos del norte, al expandirse por algunas plazas del Magreb (Ceuta, Melilla, Tánger) y al detener el avance de las fuerzas fatimíes (dinastía que decía descender de Fátima, hija de Mahoma y, por tanto, se creían con derecho legítimo a proclamarse califas). Con su sucesor, su hijo Al-Hakam II, además se produjo la etapa de mayor esplendor cultural y artístico.

A la muerte de Al-Hakam II, su sucesor fue sustituido en el poder efectivo por Almanzor, un hachib (especie de primer ministro o jefe de gobierno) que llegó a establecer una dictadura militar. Concentró un importante ejército de mercenarios y emprendió numerosas campañas de saqueo y destrucción —las razias—, contra varias ciudades cristianas.

A la muerte de Almanzor sus hijos no lograron mantener el poder efectivo, y la inestabilidad política obligó al califa Hisham II a abdicar. A él le siguieron hasta siete califas que no lograron estabilizar y consolidar el poder, por lo que, finalmente, en 1031 desapareció el califato y se produjo la disgregación política de al-Ándalus. El territorio musulmán de la península ibérica se caracterizaba entonces por el enfrentamiento entre los bereberes (apoyados por Castilla), los árabes andalusíes y los eslavos, apoyados por los condados catalanes.

LA DESCOMPOSICIÓN DEL CALIFATO Y LA DISGREGACIÓN POLÍTICA

LOS REINOS DE TAIFAS

En los inicios del siglo XI, en el contexto de crisis y debilidad política, algunos territorios habían comenzado a independizarse del califato. Surgieron varios estados independientes, muchos de existencia fugaz: los reinos de taifas (en árabe facción o bandería). Sin duda, este mapa político fragmentado era el reflejo de los enfrentamientos entre de los distintos dirigentes islámicos. Estos reinos rivalizaban entre sí y muchos fueron desapareciendo. Los más pequeños fueron sometidos por los más poderosos. La descomposición del califato de Córdoba fue aprovechada por los reinos cristianos para iniciar la conquista de los territorios dominados por los musulmanes. Este fue el caso del rey Alfonso VI de Castilla, quien ocupó Toledo en 1085. Tras la conquista de este enclave estratégico, los musulmanes reclamaron el apoyo de los almorávides, pero desde entonces y durante los siguientes dos siglos, castellanos, leoneses, catalano-aragoneses y navarros invadirían las fronteras musulmanas incorporando al cristianismo gran parte de la Península.

LA UNIFICACIÓN ALMORÁVIDE (1090-1145)

Los almorávides eran bereberes del norte de África caracterizados por profesar una versión fundamentalista del Islam. Habían creado un imperio en el norte de África. Al mando de Yusuf ibn Tasfin cruzaron el estrecho de Gilbraltar en auxilio de los dirigentes musulmanes. Lograron derrotar al rey Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (Badajoz) y regresaron al norte de África. No obstante, cuatro años después, regresaron la Península con un objetivo claro: incorporar los reinos de taifas al imperio almorávide.

Dominaron taifas como Málaga, Granada y Sevilla y fueron frenados en Valencia, conquistada en 1094 por el Cid. No obstante, varias razones explican por qué no lograron unificar al-Ándalus bajo su gobierno. Por un lado, su fundamentalismo religioso generaba recelos, no solo entre los cristianos y judíos, sino también entre sectores de los musulmanes defensores de la tolerancia y el libre pensamiento. Por otro lado, la incapacidad de los almorávides por recuperar Toledo generó cierta desconfianza hacia su capacidad militar. Por último, un nuevo movimiento político-religioso comenzaba a dominar el norte de África desde mediados del siglo XII: los almohades.

En los últimos años, el avance de los reinos cristianos, unido a una política impositiva muy impopular, hizo surgir revueltas contra los almorávides. Estos fueron derrotados y se produjo el retorno de la fragmentación política. Aparecieron los denominados segundos reinos de taifas.

LA UNIFICACIÓN ALMOHADE (1146-1232)

Los almohades fueron un movimiento que también realizaban una interpretación rigorista del islam pero distinta a la de los almorávides. Hacia 1147 tomaron Marrakech, capital de los almorávides, y acabaron con su imperio. Establecieron su capital en Rabat. No llegaron a la Península en auxilio de los reinos de taifas, como habían hecho sus predecesores, sino con la intención de destruir el imperio almorávide.

La invasión almohade de la Península fue costosa, en tanto que no tenían el apoyo de la población hispana. Con dificultades fueron dominando los nuevos reinos de taifas, pero solo lograron controlar la mitad sur de la península ibérica. En ese territorio unificado, Sevilla se convirtió en la capital hispana de su imperio.

El principio de su ocaso se produjo con la derrota en la batalla de Navas de Tolosa (1212) frente al rey Alfonso VIII. También perdieron Córdoba y sufrieron numerosas revueltas que, de nuevo, llevaron a la fragmentación del poder político y al establecimiento de los terceros reinos de taifas. Unos reinos que, con la excepción de Granada, poco a poco fueron sucumbiendo al dominio cristiano.

EL REINO NAZARÍ DE GRANADA (1237-1492)

Tras el colapso de las monarquías musulmanas en Valencia, Sevilla, Jaén y Córdoba, Granada se mantuvo como un emirato, cuyos emires pertenecían a la familia de los nazaríes o Banu Nasr. El fundador del emirato fue Muhammad I, que se rebeló contra los almohades y se proclamó sultán en 1232.

Este reino, cuya existencia se alargó por dos siglos y medio, abarcaba una región mayor que la actual provincia de Granada,  y alcanzó su esplendor en el siglo XIV, siglo en el que se construyeron algunos edificios emblemáticos.

Su relación con Castilla basculaba entre el enfrentamiento y la armonía, lograda esta a cambio del pago de parias y el reconocimiento de vasallaje a los reyes de Castilla. Mas la situación se tornó diferente cuando las Cortes de Toledo decidieron anexionar Granada en 1480. Un año antes, el papa había publicado una bula de la Santa Cruzada, llamando a la guerra contra el último reducto musulmán en la Península. Bula que se ratificaría en 1482.

La guerra de conquista tuvo una duración de diez años (1482-1492). En este periodo fueron cayendo las principales ciudades del reino (Ronda en 1485, Almería en 1489, etc). Fue en 1492 cuando los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil de Granada su rendición y con ella desaparecía el último dominio musulmán de la península ibérica.

Por aquel entonces, cuando los cristianos tomaban una ciudad solían expulsar a los musulmanes, pero si la ciudad se rendía pasaban a ser mudéjares, es decir, musulmanes a los que se les permitía practicar su religión en territorio cristiano. No obstante, a partir de 1501 se les forzó a convertirse o a optar por el exilio.

LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO

La organización de al-Ándalus siguió una estructura piramidal en cuya cúspide se encontraba el emir durante las etapas del emirato y, posteriormente, el califa en la etapa del califato. Los emires dependían directamente del califa de Damasco y únicamente contaban con poderes políticos, administrativos y económicos. Cuando se proclamó el emirato independiente, se cortaron todos los vínculos políticos que se mantenían con el califato de Bagdad, y, con el califato, el califa se convirtió también en la máxima autoridad de los creyentes con unos poderes prácticamente absolutos.

Los califas dirigían el gobierno y la administración del territorio, aunque podían delegar dicho poder en el hachib —una especie de primer ministro. El Estado se estructuraba en departamentos controlados por los divanes, dirigidos, a su vez, por un visir.

En cuanto al territorio de al-Ándalus, este se dividía en provincias o coras, de número variable, en cuya capital residía el gobernador o valí. En las zonas fronterizas las provincias se denominaban marcas, por mantener unas características especiales derivadas de la conflictividad del territorio. Eran tres: las de Zaragoza, Toledo y Mérida. Las marcas eran otra forma de demarcación territorial a la que se le subordinaban las coras.

El control de las fronteras y la expansión militar exigían mantener un ejército potente, aunque buena parte de los soldados eran mercenarios, especialmente bereberes y eslavos.

La Hacienda se encargaba de recaudar los impuestos a toda la población, tanto a los musulmanes como a los mozárabes y judíos. El sistema impositivo, muy centralizado se dividía en dos tipos de impuestos: los ordinarios, como la limosna legal (para los musulmanes), la capitación (que recaía en los hombres mozárabes y judíos), y el impuesto sobre la tierra que debían pagar los habitantes de un territorio dominado por el usufructo de sus tierras; por otro lado, se aplicaban los impuestos extraordinarios, que se les exigían al pueblo para sufragar campañas militares o los tributos que se exigían a pueblos cristianos.

En cuanto al sistema judicial, la autoridad la ejercían los cadíes, especialistas en derecho canónico. Hay que recordar que, en el islam, la ley está contenida en los textos sagrados y el jefe máximo de entre los cadíes era el propio califa.

LA ECONOMÍA ANDALUSÍ

Con el nuevo estado musulmán se produjo un avance agrícola, se expandió el comercio y se revitalizaron las ciudades.

EL MUNDO AGRARIO

La agricultura evolucionó gracias a la implantación del regadío y a la generalización del uso de las acequias, las norias y los qanat. Las acequias eran instalaciones de gran tamaño que canalizaban el agua hasta las fincas. Existían en época romana pero los musulmanes las aplicaron para abarcar grandes extensiones de tierras. Las norias, en cambio, elevaban el agua de ríos o pozos. También usaron el qanat, una técnica de canalización subterránea de origen iraní.

Se introdujeron también nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar, la berenjena, la morera, el algodón, etc. La productividad de la nueva práctica agrícola permitió generar excedentes que se destinaron al comercio y al abastecimiento del mundo urbano. Fue precisamente en la ciudad donde se rompió la tendencia a la ruralización, puesto que los grandes terratenientes eligieron las ciudades como residencias.

La gran propiedad fue el tipo de explotación más frecuente.

En cuanto a la ganadería, mostraron interés en la cría de varios animales; si bien la cría del caballo fue fundamental para las actividades guerreras, los animales más extendidos fueron la oveja y la cabra. La cría de cerdo, considerado un animal impuro por la religión que profesaban, retrocedió en al-Ándalus.

LA INDUSTRIA ARTESANA

El sector artesanal más importante fue el sector textil, dentro del cual destacó la producción de tejidos de seda y de lino. Otro sector destacable fue el de la producción de papel (inventado en China e introducido por los árabes en Europa) y de pergamino. La sustitución del papel por el pergamino, más costoso, abarató los libros y propició el desarrollo cultural.

EL DESARROLLO COMERCIAL

El comercio exterior alcanzó una gran importancia económica gracias al desarrollo de las comunicaciones marítimas y terrestres. El principal producto de exportación fue el aceite, cuyo destino era la zona oriental del Mediterráneo, aunque también se comerciaba con los reinos cristianos, el Magreb y la Europa central y septentrional. Asimismo, se dinamizaron los intercambios comerciales gracias a la circulación monetaria favorecida por el control del oro de Sudán. El sistema monetario se basaba en la coexistencia de dos monedas, el dinar de oro y el dírhem de plata.

El comercio también se vio impulsado por la revitalización de las ciudades.

LA REVITALIZACIÓN DE LAS CIUDADES

Las ciudades experimentaron un notable crecimiento y desempeñaron un papel económico clave, puesto que ejercieron como grandes centros de consumo. al-Ándalus se tejía en torno a una red articulada de ciudades que se conformaron como centros religiosos y sociales.

Se formaron nuevas ciudades en zonas estratégicas como Almería o Madrid, o en aquellas zonas abundantes en recursos agrícolas como Murcia y Badajoz. No obstante, también se mejoraron antiguas ciudades romanas como Sevilla (que alcanzaría los 50 ooo habitantes en el siglo X), Mérida, Zaragoza o Córdoba (que sumaba 100 000 habitantes en el siglo X).

La ciudad musulmana estaba amurallada. El núcleo amurallado era la medina, donde se encontraba la mezquita mayor, el zoco (mercado al libre dedicado) y la fortaleza militar (alcazaba). Alrededor de estos edificios emblemáticos se formaba la alcaicería, es decir, un conjunto de callejuelas sin planificación y de trazado irregular dedicadas al comercio de lujo y las alhóndigas, zonas de depósitos de mercancía y de alojamiento de los mercaderes que arribaban a la ciudad. Si la ciudad crecía extramuros se formaban nuevos barrios (los arrabales).

LA SOCIEDAD ANDALUSÍ: TOLERANCIA E INTOLERANCIA

La sociedad musulmana se caracterizaba por su heterogeneidad, materializada en una pluralidad étnica y religiosa. La estructura social básica la determinaban unos criterios religiosos cuya base era la división entre musulmanes y no musulmanes. Pero también dentro de esta categoría existían notables diferencias.

El grupo privilegiado estaba formado por los baladíes, musulmanes con antepasados árabes. Se hicieron con el mayor número de propiedades. Entre los musulmanes también destacaban los bereberes o neomusulmanes, que representaban un rango inferior y por ello se establecieron en tierras más pobres en cuanto arribaron a la Península. Baladíes y bereberes fueron protagonistas de varios enfrentamientos y su relación no estaba exenta de conflictos. Por otro lado, se encontraban los muladíes, hispanos convertidos al Islam que, pese a su islamización y pese a que el Corán defiende la igualdad de todos los musulmanes, soportaron una mayor carga fiscal.

Las minorías no musulmanas la conformaban con los mozárabes y los judíos. Los judíos disfrutaron junto a los musulmanes de cierta tolerancia religiosa que no hallaron en las monarquías visigodas. Por otro lado, los mozárabes eran los cristianos que residían en territorio musulmán. Aunque muchos acabaron emigrando a los reinos cristianos durante el avance de la conquista, otros fueron convirtiéndose al islam. Las relaciones entre mozárabes y musulmanes se agravaron con la llegada de almorávides y almohades y su rigorismo religioso.

Tanto mozárabes como judíos solían vivir en barrios diferenciados. En el caso de los judíos se denominaban juderías.

Aunque la esclavitud en el mundo islámico no fue un factor clave de la economía sí se practicaba y entre los esclavos se podían distinguir dos grupos: los eslavos, prisioneros de origen europeo, y los negros. Muchos de los eslavos acabaron incorporándose a los ejércitos del califa y, con la caída de este, aquellos que ostentaban jefaturas militares acabaron convirtiéndose en reyes de taifas. Los negros, de origen sudanés, solían emplearse en el servicio doméstico.

UNA SOCIEDAD PLURAL… ¿Y TOLERANTE? EL PAPEL DE LA RELIGIÓN

En al-Ándalus coexistieron tres religiones: el islam, el judaísmo y el cristianismo. Es por ello por lo que algunos historiadores denominan a este periodo la España de las tres culturas.

El islam era la religión mayoritaria. Si bien existían diferencias étnicas entre los musulmanes, estas diferencias no destacaban en lo religioso. Los musulmanes de la península ibérica eran sunníes y su teología se basaba en la escuela malikí. Por tanto, el islam actuó como elemento de cohesión de tribus y etnias.

La coexistencia con cristianos y judíos fue variando desde la tensión hasta el enfrentamiento, pasando por periodos de convivencia pacífica. Hasta el siglo XI la tensión caracterizó la convivencia de las tres religiones, cuya tolerancia dependía en gran medida de la actitud de los dirigentes. Durante los reinos de taifas se experimentó una época de cierta tolerancia religiosa, salpicada con sucesos aislados de violencia religiosa como el pogromo antijudío de Granada en 1066. Esta calma relativa desapareció con la llegada de almorávides y almohades que persiguieron a las minorías religiosas al aplicar el rigorismo religioso. A partir de entonces, y en el contexto de conquista por parte de los reinos cristianos, muchos mozárabes emigraron.

LA CULTURA ANDALUSÍ

Al-Ándalus experimentó un notable desarrollo cultural y científico en consonancia con el avance económico y político.

EL ARTE

El arte islámico se caracterizaba por una profunda inspiración religiosa. Destacaba la arquitectura, predominaban lo decorativo y lo abstracto frente al realismo. La pintura y la escultura tuvieron escaso desarrollo.

En la arquitectura destacan dos edificios principales: la mezquita (como la mezquita de Córdoba) y el palacio (como el de Madinat al-Zahra), en donde se demuestra un mayor interés por los interiores frente a las fachadas exteriores. Es abundante la decoración en yeso y la elaboración de mosaicos. Las imágenes son sustituidas por motivos geométricos o vegetales.

El arte islámico evolucionó coincidiendo con las etapas políticas: la época del califato, los reinos de taifas, los almorávides… y a pesar de poseer características propias también asumieron rasgos del mundo hispano. De la época romana y visigoda asimilaron la superposición de arcos, el arco de herradura o el uso de arcos con dovelas bicolores. Además, de la convivencia con muladíes y mozárabes surgieron importantes intercambios artísticos que dieron lugar a estilos propios: el arte mudéjar, mozárabe, etc.

CIENCIA Y CORRIENTES DE PENSAMIENTO

Con los musulmanes llegaron a la península ibérica la cultura y la ciencia de oriente. Al-Ándalus aportó a la ciencia el sistema de numeración indio, es decir, el sistema decimal con el uso del cero. A partir de este sistema de numeración, también denominado árabe, se produjo un desarrollo en el campo de las matemáticas y la astronomía. Otras disciplinas que experimentaron un notable desarrollo fueron la medicina, botánica o geografía.

Los árabes introdujeron también el conocimiento de los clásicos, aunque también surgieron, especialmente a partir del siglo XII, grandes figuras de la medicina, de la filosofía y del pensamiento: musulmanes como Abentofail y Averroes y judíos como Maimónides. Sus escritos buscaban conciliar el pensamiento aristotélico con sus propias creencias religiosas y gozaron de gran influencia en el occidente cristiano.

EL MUNDO LITERARIO

En el ámbito literario destacó la creación poética, aunque fueron relevantes también los escritos de historia, biografía, relatos de viajes o relatos sobre el amor. Entre otros destaca el autor de El collar de la paloma, Ibn Hazam, uno de los tratados más afamados sobre el amor de la literatura universal.

La lengua árabe también dejó su impronta en la lengua castellana, pues hoy en día mantenemos muchos vocablos de origen árabe.

LA CREACIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS Y SU EVOLUCIÓN

Durante la invasión musulmana existieron focos de resistencia en el norte de la península ibérica que serían los embriones de los futuros reinos cristianos. Desde mediados del siglo XI y hasta mediados del XIII se lleva a cabo la gran expansión territorial de los reinos cristianos. A partir de la segunda mitad del siglo XIII, el dominio de los reinos cristianos en la península ibérica es casi total. Solo perdurará un último reducto andalusí: el reino de Granada. Su existencia se prolongaría hasta finales del siglo XV.

LOS REINOS Y CONDADOS DE OCCIDENTE

En el norte de la península ibérica se llegaron a refugiar algunos nobles hispanovisigodos en el contexto de la invasión islámica. Los pueblos que se encontraban al norte de la cordillera cantábrica habían sido escasamente romanizados y, hasta la huida de los visigodos se encontraban poco poblados.

Uno de estos nobles, Pelayo, acaudilló a un grupo de refugiados en las montañas asturianas y tras la victoria de la batalla de Covadonga (722) frente a los musulmanes creó el reino astur-leonés.  Lentamente, este reino fue expandiéndose hacia el sur y con Alfonso III y su hijo, Ordoño II, el pequeño reino astur se transformó en el reino de León. Este enclave en el noroeste peninsular fue repoblado por gallegos, cántabros y vascos, así como mozárabes huidos de al-Ándalus

En la zona oriental de la Meseta se encontraba el condado de Castilla que, en la segunda mitad del siglo X, pasó a incorporarse a la autoridad de Fernán González, pero no sería hasta un siglo después cuando Castilla se convertiría en un reino independiente de León.

LOS CONDADOS Y REINOS PIRENAICOS

A finales del siglo VIII, Carlomagno, emperador franco, busca proteger su imperio del islam. Por ello estableció una franja fortificada al sur de los Pirineos (la Marca Hispánica). Este territorio fue dividido en varios condados dependientes de los francos pero que acabaron independizándose de la monarquía carolingia a principios del siglo IX. De esta manera, progresivamente fueron gestándose el condado de Aragón que años más tarde se convertiría en el Reino de Pamplona (origen, también, del futuro Reino de Navarra); y, por otro lado, los condados catalanes.

EL NACIMIENTO DE LOS REINOS DE CASTILLA Y ARAGÓN

Los reinos cristianos irán conformándose territorialmente a partir de alianzas militares y enfrentamientos bélicos.

El condado de Castilla se encontraba al mando del rey Sancho III el Mayor, también rey de Pamplona y Aragón. A su muerte, en 1035, sus territorios fueron repartidos entre sus hijos, por lo que Castilla y Aragón se transformaron en reinos independientes. Tras una unión dinástica se produjo la unión de Aragón y Cataluña en el siglo XII conformándose la Corona de Aragón. También en ese siglo se produjo la independencia de Portugal, hasta entonces condado del Reino de León.

Ya desde el siglo XI, coincidiendo con la descomposición del califato, con las plazas ganadas a los musulmanes y los ingresos obtenidos por las parias (pagos anuales en oro y objetos preciosos a los reyes cristianos), permitieron al recientemente constituido reino de Castilla convertirse en la potencia hegemónica peninsular. Además, también será en este siglo cuando se inicie la expansión territorial a costa de los musulmanes.

En el siglo XIII se produjo la unificación definitiva de Castilla y León: un proceso que se había iniciado dos siglos antes. En este siglo ya podemos identificar una división política que permanecerá hasta finales de la Edad Media: Reino de Portugal, Reino de Navarra, Corona de Castilla (Castilla y León) y Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares).

EL PROCESO DE  REPOBLACIÓN

La conquista militar del territorio musulmán fue seguida de la repoblación de las tierras ocupadas y este hecho determinó la estructura de la propiedad. Las tierras conquistadas hasta el Sistema Central eran áreas prácticamente despobladas, pero los reinos de Murcia, Valencia, área del Tajo y Andalucía conservaban su población musulmana y judía. Esto nos obliga a diferenciar entre diversos tipos de repoblación.

Debemos hacer una distinción temporal para entender los distintos tipos de repoblación:

SIGLOS VIII-X

Este es el periodo de mayor dominación musulmana. Al-Ándalus, no obstante, no abarcaba todo el territorio peninsular.  Al norte del Sistema Central y del valle del Ebro permanecían los núcleos de resistencia anteriormente mencionados, con la salvedad de que entre Sistema Central y el núcleo astur, en la cuenca del Duero, la zona estaba escasamente poblada y los cristianos pudieron ocuparla sin dificultad aplicando la repoblación por presura. Este sistema, heredero del derecho romano, consiste en la simple ocupación de tierras sin dueño. Al llevarse a cabo por grupos de campesinos, nobles y monasterios tuvo como resultado el predominio de la pequeña y mediana propiedad.

SIGLOS XI AL XIII

En el siglo XI se produjo el colapso del califato y la desmembración del territorio en los reinos de taifas. Los reinos cristianos aprovecharon esa debilidad y sometieron al pago de parias a muchos de estos reinos a cambio de protección y paz. No obstante, se produjeron avances considerables en la conquista. Alfonso VI, rey de Castilla, conquistó el Reino de Toledo, antigua capital visigoda. Los castellanos fueron posteriormente frenados por los almorávides en su objetivo de adquirir nuevas plazas. Otro personaje relevante de esta época fue Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, quien realizó campañas en Valencia, aunque a su muerte la recuperasen los almorávides. Ya en el siglo XII, los cristianos lograron grandes avances con su extensión hasta el valle del Ebro y el valle del Tajo.

En estas zonas, se colonizaron ciudades ya existentes. Se aplicó la repoblación concejil en las tierras situadas entre el Duero y los Montes de Toledo, así como en el valle del Ebro. Los territorios se dividieron en concejos en cuyo centro se encontraba la ciudad o villa que controlaba grandes extensiones rurales (los alfoces).  El rey, una vez establecido el concejo otorgaba para su ordenamiento un Fuero, una Carta de Poblamiento (también llamada Carta Puebla) o repartimientos. Los fueros establecían los estatutos jurídicos, es decir, las normas y privilegios, del concejo. Fueros influyentes fueron el de Jaca y el de Logroño. Por su parte, la Carta Puebla era un documento por el cual el rey o el señor concedía privilegios para la repoblación de un territorio. Los repartimientos fueron donaciones (los lotes se denominaban donadíos) que realizaba el rey de terrenos o viviendas requisadas y tuvieron más peso en la segunda mitad del siglo XIII en el valle del Guadalquivir y en la zona más meridional del litoral levantino. Los musulmanes estaban adscritos a estos repartimientos y podían permanecer en territorio cristianos conservando sus costumbres y prácticas religiosas.

De este tipo de repoblación surgió un sistema en el que predominó la propiedad mediana libre, así como las tierras comunales.  En el caso de las zonas ocupadas por la nobleza, las Órdenes Militares y la Iglesia predominó el gran latifundio.

En cuanto valle del Tajo, la Mancha y Extremadura, se produjo una colonización de zonas poco pobladas y fue llevada, especialmente por las órdenes militares y los grandes obispados. Las órdenes militares dividieron sus extensiones de tierras en encomiendas, al frente se situaba el comendador, papel que recaía en un caballero de la Orden.

EL CASO DE CANARIAS

La conquista de Canarias hay que entenderla en el marco de la expansión atlántica que llevaron a cabo portugueses y castellanos. Su conquista efectiva se produjo en el siglo XV a partir de un sistema de conquista señorial (en el cual señores, con el beneplácito de la Corona llevaron la iniciativa de la conquista) y una conquista realenga, a iniciativa de los Reyes Católicos.

El sistema de repartimiento de tierras y de aguas no se aplicó por igual a todas las islas canarias y esto fue debido a la doble modalidad de conquista: señorial y realenga. En las islas de señorío la propiedad de la tierra pertenecía al señor y este era el que repartía, entre los colonos y a cambio del pago de determinados tributos o derechos, el derecho de uso de las tierras. En cambio, en las islas de realengo, el gobernador, en representación del rey, se produjo un reparto gratuito del derecho de uso y de propiedad de las tierras y las aguas. Se reservaba una parte de la tierra (tierras de propios) al cabildo respectivo.

El repartimiento iba acompañado de una serie de condiciones para fomentar el cultivo de determinados productos (como la vid o el azúcar) con la finalidad de consolidar la colonización. Otra de las condiciones para mantener la propiedad era la obligatoriedad de permanecer en las islas durante, al menos, cinco años.

Fuente: geografiaehistoria.org

EL RÉGIMEN SEÑORIAL Y LA SOCIEDAD ESTAMENTAL

EL RÉGIMEN SEÑORIAL

«Al ser el sector primario motor del progreso económico en aquellos siglos, y fuente de trabajo y de relaciones sociales para la inmensa mayoría de la población, el estudio de sus diversos aspectos, y el de las clases sociales relacionadas directamente con él, es indispensable y previo para comprender el resto de la realidad histórica. Y, entre los aspectos tocantes al mundo rural, el de las formas de propiedad y explotación de la tierra tiene una importancia primordial, porque en torno a él se establecen niveles de riqueza, se anudan relaciones de producción y distribución de bienes, se explican y justifican las diversas situaciones jurídicas e incluso políticas que afectan de diversa manera a los hombres».

Miguel Ángel Ladero Quesada

Medievalista

Son palabras del historiador Miguel Ángel Ladero Quesada que nos sirven para entender cómo se conforman las relaciones sociales y cómo la política y el sistema jurídico también se ven muy influidos a partir de la estructura económica.

El feudalismo es una forma de organización social y económica que se basa en una economía de base agraria, autosuficiente y, en la que la posesión de la tierra va a definir las relaciones sociales que se manifestarán en el vínculo que se establece entre el señor y el vasallo. El feudalismo clásico es el que aplican los francos en esta época y, en la península ibérica se consolida entre los siglos XI y XII, aunque dicho proceso comenzó en el siglo IX y se fue extendiendo en diferentes estadios.

El feudalismo se caracteriza por la erosión del poder monárquico. Como el monarca no suele disponer de recursos para ofrecer seguridad y justifica a todos los habitantes de sus dominios, otorgan privilegios y concesiones económicas a nobles, a cambio de su protección y la de sus súbditos. Esto propició el fortalecimiento de la nobleza, tanto laica como eclesiástica. Las concesiones reales fueron convirtiéndose en hereditarias. Otra de las características es que, en la edad media no existía un poder centralizado del Estado con un ejército propio y un código legal común a todos los territorios.

La relación feudo-vasallática se concreta de la siguiente manera: el rey o un noble, al que se denomina señor, concedía a otro noble (normalmente de un rango menor) o una institución, el vasallo, concesiones económicas y privilegios. Estas concesiones se concretaban en la entrega de un feudo (tierras, rentas o cargos públicos), al que se le denomina beneficium. Hasta aquí observamos que es un pacto entre hombres libres. A cambio del beneficium el vasallo se compromete a prestar al rey (o noble) un servicio, normalmente de tipo militar. El feudo es también conocido como señorío. Existieron dos tipos de señoríos. Hasta el siglo XII, en zonas de repoblación por presura se otorgaban señoríos territoriales o solariegos. A partir del siglo XII, los monarcas empezaron a otorgar el privilegio de la jurisdicción de los territorios concedidos. Ello implicaba que el señor podía impartir justicia, cobrar impuestos… Ello implicó el traspaso de competencias del rey al señor. El rey únicamente ejercía poder efectivo en las tierras que estaban bajo su dominio directo (tierras de realengo).

Era habitual, también que algunos pequeños propietarios y campesinos libres buscaran también la protección de un noble. A cambio de su protección, estos entregaban la propiedad de sus tierras, quedando ellos como usufructuarios sujetos al pago de una renta. Esta situación fue llamada encomienda.

Solo las ciudades escapaban a esta estructura social y económica del feudalismo.

LA SOCIEDAD ESTAMENTAL

La organización social de la península ibérica durante este periodo no distaba mucho de la forma en que se organizó socialmente Europa durante el medievo. La sociedad será producto de los rasgos económicos y políticos propios del periodo: ruralización, pérdida de protagonismo de las ciudades, desaparición paulatina de las relaciones comerciales y búsqueda de la autosuficiencia.

Se produjo una división social en la que actuaron como factores condicionantes la creciente fuerza militar y la influencia de la Iglesia. La sociedad se dividió en tres grupos sociales, denominados estamentos que quedaron definidos por la función social que desempeñaban. Los tres estamentos fueron la nobleza, el clero y el estado llano.

Nobleza y clero basaron su poder en la posesión tierras. Ambos grupos tenían como cometido la defensa de la sociedad. En el caso de la nobleza, esta defensa se realizaba con sus ejércitos propios, en cambio, el clero, con su rezo buscaba la salvación de las almas. Estos dos grupos se caracterizaban por la posesión, no solo de tierras, sino también de privilegios. Uno de ellos se materializaba en el hecho de que estaban exentos de pagar tributos. Por otro lado, disponían de leyes y tribunales especiales para ellos, lo que suponía un trato de favor ante igualdad de delitos.

Solo el rey podía otorgar títulos nobiliarios y los otorgaba según los servicios prestados a la Corona. No obstante, el título, una vez concedido, se volvía hereditario, de manera que se transmitía a través de los descendientes por el linaje. Dentro de la nobleza existía una marcada jerarquía interna:

  • Alta nobleza: disponían de grandes riquezas y controlaban extensos señoríos. Pertenecían a ella los duques, marqueses y condes.
  • Nobleza media: disponían de cierto nivel de riqueza y, en ocasiones de señoríos. A ella pertenecían los caballeros.
  • Baja nobleza: conformada por la nobleza que disponía de menores recursos. Estaba integrada por los infanzones (como se les denominaba en la Corona de Aragón) y los hidalgos (como se les denominaba en Castilla).

A partir del siglo XIV consiguió consolidar su posición social con la institución del mayorazgo. Este era el conjunto de propiedades de un señor que debían transmitirse íntegramente a primogénito de la siguiente generación. Como ello se garantizaba la conservación del patrimonio familiar, ya que las propiedades no se podían vender ni dividir.

Aquella nobleza que disponía de señoríos, también tenía ciertos derechos añadidos. Estos variaban de un señorío a otro:

  • Derechos jurisdiccionales, como el administrar justicia y cobrar multas, así como el derecho a nombrar autoridades municipales.
  • Derechos sobre monopolios sobre algunas de las infraestructuras, como los molinos. De esta manera, los vasallos que tenían que moler sus cereales, lo hacían en el molino del señor y le pagaban por ello. El cobro de peaje por atravesar puentes (pontazgos) o puertas (portazgo) es otro tipo de derecho sobre monopolio.
  • Derechos territoriales, como el cobro de rentas (tanto en moneda como en especie) a los campesinos que trabajan en sus tierras o el cobro por uso de los patos para el rebaño.
  • Derechos de carácter personal, como el derecho a convocar a los vasallos para que presten algún servicio.

Respecto al clero, este estamento también poseía una jerarquía interna. En función de las rentas y posición social podemos dividir al clero en alto clero (obispos, abades, etc.) y bajo claro (párrocos, curas, etc.).

La Iglesia también podía ser titular de señoríos y poseer, por ello, privilegios. En ese caso, el titular era una institución eclesiástica (una abadía, un obispo, etc.) y el clérigo que dirigía la misma ejercía como señor de las tierras y sus vasallos.

El tercer estamento estaba conformado por el estado llano y era el estamento más numeroso y heterogéneo. Por ello, entre sus integrantes existían grandes diferencias en cuanto a sus actividades económicas, posición social y rentas.

La composición básica era la siguiente:

  • Campesinos: libres y con pequeñas propiedades (como abundaban en el norte peninsular) o sometidos a algún vasallo (situación que predominaba en el sur de la península).
  • Artesanos: situados en las ciudades representaban una minoría importante. A partir del siglo XIII este sector fue aumentando con el renacer comercial y urbano.
  • Mercaderes y hombres de negocio.

La sociedad estamental se perpetuó en el tiempo hasta prácticamente el siglo XIX. Cada estamento se regía por normas distintas, un claro ejemplo de los privilegios que los diferenciaba. Se trataba, también, de una división social muy rígida, ya que cualquier persona de la sociedad estaba integrada en un estamento. Asimismo, existía una escasa movilidad social: se podía ascender o descender en escala social, pero era muy difícil. Un miembro del pueblo llano tenía muy complicado llegar a ser noble, por ejemplo. No obstante, el clero no era un estamento cerrado, ya que podían acceder a él tanto nobles como miembro del estado llano. Los primeros acaparaban altos cargos (alto clero) y los segundos asumían cargos inferiores (bajo clero).

LAS MINORÍAS RELIGIOSAS

En la península ibérica, las minorías religiosas la conformaban, principalmente, los mudéjares y los judíos. Los mudéjares, musulmanes que permanecieron en la península ibérica se dedicaban generalmente a la artesanía y trabajos agrícolas. Algunos de los que que llegaron a desarrollar servicios administrativos y financieros pudieron contar con la protección directa del rey. La comunidad hebrea se asentaba fundamentalmente en las ciudades, concretamente en barrios propios denominados juderías o aljamas.

A partir del siglo XIII las relaciones entre judíos y cristianos empeoraron, especialmente a partir de la divulgación, por parte de la Iglesia, de la idea de pertenecer al pueblo que condenó a Jesús y por la envidia que generó el enriquecimiento progresivo de algunos grupos y el papel recaudador de impuesto que asumieron algunos de ellos.

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BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA RECOMENDADA

LADERO QUESADA, M.A., Historia Universal. Edad media. Vicens Vives.

LADERO QUESADA, MA., La formación medieval de España. Territorios. Regiones. Reinos. Alianza Editorial.

CHAO PRIETO, RICARDO, Historia de los reyes de León, Rimpego.

El legado andalusí: https://www.legadoandalusi.es/historia-de-al-andalus/

 

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