Comenzamos la asignatura abarcando el periodo más dilatado de la Historia de España. Un periodo de casi un millón de años que se inicia con el establecimiento de los primeros seres humanos en la península ibérica. Con este episodio del proceso de hominización, se inicia la prehistoria en la Península hasta la caída de la monarquía visigoda, ya en plena Edad Media.

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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE

Es indiscutible que es preciso conocer el medio en el que se desenvolvieron los primeros homínidos para comprender su evolución. Especialmente en el Paleolítico el medio influyó en determinados comportamientos, en las actividades, así como en la tecnología que desarrollaron los primeros humanos. Los recursos animales y vegetales estaban sujetos a las condiciones ambientales que surgían de los distintos cambios climáticos.

El Cuaternario es la era en la que surge la hominización y se caracteriza por los fenómenos glaciares y el enfriamiento climático. Esta era se divide en Pleistoceno (3 M.A. aproximadamente hasta 10.000 a.p) y Holoceno (10.000 ap. hasta la actualidad). El Pleistoceno fue una época glaciar y el Holoceno es un periodo interglaciar.  Durante el Pleistoceno se desarrolla el proceso de hominización y el Paleolítico y durante el Holoceno se suceden el Mesolítico y Epipaleolítico, Neolítico y la Edad de los Metales.

Las variaciones climáticas que se producen a lo largo del cuaternario son, por tanto, fundamentales para comprender la adaptación de los homínidos al medio y, además, en el caso de la Península presenta una especialidad particularidad ya que en ella se suceden fenómenos asociados al Cuaternario europeo y otros asociados a los pluviales norteafricanos (ya que en latitudes cercanas al Ecuador y, por lo tanto, alejadas de los casquetes polares no se desarrollaron episodios glaciares sino pluviales, esto es, periodos climáticos muy húmedos pero con temperaturas más elevadas).  Aunque la glaciación peninsular no tuvo la misma importancia que la europea hay evidencias de fenómenos glaciares en las zonas más elevadas de las cordilleras principales y en las terrazas fluviales.

Respecto a la fauna de la península ibérica, hay menor frecuencia de especies consideradas como frías, aunque en yacimientos de Cantabria y del norte de la Meseta hay evidencias de renos y mamuts, que también aparecen representados en el arte rupestre de Cantabria. Sin embargo, las especies más habituales a lo largo de todo el Cuaternario peninsular fueron el ciervo, el toro, los felinos, el oso, el caballo, la cabra y el bisonte. También eran habituales los ratones y ardillas, liebres y conejos, topos, etc.

Respecto a la flora, en el área mediterránea se extendió un bosque esclerófilo (de hoja perenne y resistente a épocas de sequía) y en la Meseta un clima de tundra o estepa, con pocas especies arbóreas. En el cambio climático hacia el Holoceno comienza a desarrollarse un paisaje húmedo en el que abundaban los bosques y en las regiones mediterráneas se inicia un proceso de desecación ambiental.

LOS PRIMEROS HOMÍNIDOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Aunque la evolución humana comenzó en África hace 6-7 millones de años, las muestras de industria lítica más antiguas halladas en la península ibérica datan de hace aproximadamente 1 300 000 años y se encuentran en la sierra de Atapuerca (Burgos). Los yacimientos de la sierra de Atapuerca (sima del Elefante, Gran Dolina, sima de los Huesos, entre otros) han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y nos ofrecen evidencias y restos fósiles de cinco especies de homínidos diferentes. Quizás seis si añadimos el descubrimiento de restos de una cara del verano de 2022.

En 1994 se encontraron en la Gran Dolina los restos fósiles de un homínido, cuyas características permitieron describirlo como una especie humana no conocida hasta la fecha: el homo anteccesor. Se trata de una especie de unos 900 000 años de antigüedad que parece desciende del africano homo ergaster. Posiblemente sea un antepasado común de nuestra especie, el homo sapiens y del homo neanderthalensis.

Los hallazgos de Atapuerca no se limitan a la Gran Dolina. En el yacimiento de la sima de los Huesos se sitúa la mayor concentración de fósiles humanos del mundo. En este caso se hallaron individuos pertenecientes al homo heidelbergensis con unos 300 000 años de antigüedad.

Los restos materiales que ofrecen una datación de hace 1 300 000 años son de una especie de homínido aún sin determinar. Asimismo, en la campaña de excavación del verano de 2022 se hallaron restos de la cara de un homínido de, posiblemente 1,4 millones de años.

En Atapuerca también se han encontrado restos de preneandertales (500 000 años) y del homo neanderthalensis (50 000), una especie que convivió con el hombre actual, el homo sapiens, y de la que podemos encontrar restos.

Sin duda, el equipo de investigadores dirigidos por Eudald Carbonell (arqueólogo), Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro (paleoantropólogos) nos ha ofrecido descubrimientos, cuyos análisis son referentes indiscutibles para el estudio de la evolución humana.

El homo sapiens llegó a la Península hace unos 40 000 años. Junto con el neandertal, acabó extendiéndose por toda la Península en una convivencia sin mezcla, aunque marcada por cruces puntuales. Finalmente, nuestra especie acabó dominando el territorio y solo diez mil años después de su entrada se produjo la extinción del neandertal.

Respecto a Canarias, la llegada del ser humano se produjo en una fecha muy posterior, entre mediados del siglo I a. C. y mediados del siglo I d. C., según investigadores como Antonio Tejera.

PERO ¿CÓMO LLEGARON ESOS HOMÍNIDOS? PRINCIPALES HIPÓTESIS

La ruta que tomaron los primeros homínidos para introducirse en la Península es un tema también controvertido. Los investigadores sugieren dos posibles rutas:

RUTA DE ORIENTE PRÓXIMO.

Es la ruta más aceptada por los investigadores, quienes surgieren que los primeros homínidos llegaron desde África a través de Asia, por Ucrania y los Balcanes hace unos 1,8 millones de años. Para defender esta hipótesis, los historiadores argumentan que los restos de industria lítica hallados en la Península son semejantes a los de Oriente Próximo, aunque no hay evidencias sólidas que indiquen una entrada anterior a 1,3 millones de años.

RUTA DEL ESTRECHO DE GRIBALTAR.

En 2016, unos investigadores de la Universidad de Barcelona publicaron un estudio en el que detallaban evidencias encontradas en Cueva Victoria (Cartagena, Murcia) que demuestran la posible entrada de homínidos en Europa por el sur de la península ibérica con una datación de hace unos 900 000 años. Lo que defienden también estos investigadores es que, según reconstrucciones paleogeográficas, el estrecho estaría formado en ese momento por 5 kilómetros de agua, unas islas y 2 kilómetros más de agua, lo que es muy diferente a los 14 kilómetros de agua de la actualidad.

LAS SOCIEDADES CAZADORAS Y RECOLECTORAS: EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

Los grupos humanos del Paleolítico vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos y moluscos. En ocasiones, también de la carroña e incluso hay evidencias de canibalismo en algunas especies (homo anteccesor). Hablamos, por tanto, de una economía depredadora.

Este tipo de actividades los obligaba a un constante nomadismo, como forma de vida, en busca de recursos. En cuanto a la caza, los primeros homínidos se alimentaban de bisontes, renos, uros y otras especies.

En cuanto a la tecnología, podemos establecer características para cada una de las etapas del Paleolítico:

– En el Paleolítico inferior (800 000  (aunque podemos retrotraernos a 1,3 millones de años o 1,4 millones de años según los descubrimientos de 2022)– 90 000 a.C.), utilizaban herramientas poco trabajadas y elaboradas de manera tosca.

– En el Paleolítico medio (90 000 – 35 000 a.C.), mejoraron la talla de los útiles líticos y apareció la especialización de los instrumentos, como las puntas, cuchillos y raederas.

– En el Paleolítico superior (35 000 – 5 000 a.C.), no solo perfeccionaron la talla de la piedra, sino que incorporaron nuevos materiales como el hueso, las astas de ciertos animales y las conchas marinas.

¿Cómo se organizaban? En este periodo formaban pequeños grupos con una organización social muy elemental que fue ganando en complejidad a lo largo del tiempo. Habitaban en lugares con acceso al agua de forma temporal y resguardados en cabañas muy precarias o al aire libre. A partir del Paleolítico Medio y gracias al conocimiento del fuego, ocuparon cuevas.

El homo neanderthalensis, además de descubrir el fuego, fue el primero en enterrar a sus muertos, acción que nos podría indicar cierto grado de creencia espiritual.

LAS SOCIEDADES PRODUCTORAS: EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

El origen del Neolítico se encuentra en Próximo Oriente. Este se originó hacia el 10.000 a.C. durante la finalización de la última glaciación, denominada Würm. Esa glaciación implicó una paulatina transformación del clima, la fauna y la vegetación. En ese contexto, la agricultura y la práctica de la ganadería emergió como una necesidad ante la progresiva escasez de plantas y animales y la presión demográfica. El desequilibrio que se produjo entre población y recursos obligó a que los cazadores-recolectores experimentaran otras alternativas.

Aunque realmente hay varias teorías que explican el origen de la agricultura y ganadería y, por tanto, el origen de las sociedades productoras, en torno al 5 000 a.C. aparecieron en la península ibérica las primeras comunidades neolíticas. Las sociedades neolíticas se caracterizan por la producción de su propio alimento. El descubrimiento de la agricultura y la ganadería les permitió establecerse en lugares de manera permanente (sedentarismo) y ello propició la creación de poblados donde se facilitó la aparición de nuevas actividades como la fabricación de cerámica, la pulimentación de la piedra, el trabajo textil, etc.

 

La introducción de la agricultura se produjo, en un primer lugar, a través de sociedades que llegaron a las costas mediterráneas desde Oriente Próximo. Desde ahí, la neolitización se fue extendiendo al resto de la península ibérica. Más adelante, la influencia neolítica se introdujo a través del continente europeo.

 

En el Neolítico podemos distinguir dos etapas:

 

  • Neolítico inicial (5000- 3500 a.C.). Se desarrolló principalmente en la costa mediterránea y es en la costa valenciana donde se encuentran los yacimientos más importantes. Las comunidades de esta zona desarrollan la cultura de la cerámica cardial, caracterizada por una decoración realizada con conchas de moluscos. En esta etapa el asentamiento principal eran las cuevas.
  • Neolítico pleno (3500 -2500 a.C.). Se levantan los primeros poblados en tierras llanas y fértiles. Es una etapa que también se caracteriza por la presencia de sepulturas organizadas en necrópolis, especialmente en Cataluña.

LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS

Durante el Paleolítico, el homo sapiens ocupó dos grandes áreas en las que se desarrollaron importantes manifestaciones artísticas, en concreto de arte rupestre:

LA CORNISA CANTÁBRICA

Denominado arte franco-cántabro por la similitud con el arte rupestre del suroeste de Francia, el arte de la zona se caracterizó por:

  • La representación naturalista con un destacado realismo.
  • El predominio de la representación de animales (zoomorfismo) como bisontes, caballos, toros, etc.
  • La policromía. Abunda el color, con preferencia por el rojo y el negro.
  • La ausencia de composición: no se representaban escenas, sino figuras aisladas. En ocasiones encontramos figuras superpuestas y en aparente desorden.
  • El aprovechamiento de la propia estructura de las cuevas (los desniveles y hendiduras de la pared se aprovechaban para otorgar volumen a las figuras representadas).

En esta zona podemos destacar la cueva de Tito Bustillo o El Pindal en Asturias, así como Santimamiñe en el País Vasco. En Cantabria, además de la cueva del Castillo se encuentra la conocida cueva de Altamira, cuyas pinturas, datadas por el método del carbono 14, entre 36 000 y 13 000 a.C., se corresponderían con el Paleolítico Superior.

MESETA Y LEVANTE

Las pinturas rupestres de esta área han sido datadas tradicionalmente entre el Mesolítico y Neolítico. Respecto a las características técnicas y formales observamos:

  • Representaciones más esquemáticas con sensación de movimiento.
  • Presencia de la figura humana (antropomorfismo).
  • Representación de objetos de caza.
  • En ocasiones, simples signos de significado desconocido.
  • Utilización escasa del color.
  • Composiciones que parecen describir o narrar una actividad.

Concretamente se han observado distintos tipos de escenas:

Escenas de caza: son las más frecuentes, compuestas generalmente por animales (cabras, ciervos, etc.) y arqueros en gesto de ataque. Ejemplo: la Cueva de Cavalls, escena de caza.

Escenas violentas entre humanos: en la cueva del Roure (Castellón) observamos un conjunto de escenas compuestas por arqueros que dirigen sus armas no a los animales sino a otros arqueros o personajes humanos, por lo que podemos deducir que se trata de enfrentamientos entre grupos opuestos.

Escenas de tareas cotidianas: algunas representaciones son interpretadas como escenas de agricultura, pastoreo o laboreo, domesticación de animales o recolección, aunque es muy difícil asegurar con certeza la actividad que están desempeñando ni si se trata de actividades propias de la economí­a de producción o actividades propias de la economí­a depredadora. Ejemplo: el panel de abrigo de La Araña (Valencia).

Escenas sociales y religiosas: aunque la interpretación es muy cuestionable, existen escenas como las del conjunto de la Roca dels Moros de Cogul (Lérida) en la que figura un grupo femenino en torno a un hombre con un marcado órgano sexual.

La mayor parte de estas pinturas no se encuentran en cuevas sino al aire libre, en abrigos u oquedades. Destacan cuevas como La Griega, en Segovia; la de los Casares, en Guadalajara; Reinós y Fosca en Alicante; y el Niño, en Albacete.

Los materiales que se utilizaban para pintar eran pigmentos vegetales (como el carbón vegetal o plantas) y deshechos y fluidos corporales como las heces y la sangre, así como compuestos minerales (arcilla, óxido de manganeso) mezclados con un aglutinante orgánico (resina o grasa animal). Como instrumento utilizaban los dedos, las manos o pinceles rudimentarios elaborados con pelo animal. En cuanto al significado del arte rupestre existen múltiples teorías que intentan explicar por qué pintaba el ser humano del Paleolítico.

LA EDAD DE HIERRO PENINSULAR

Tres grandes periodos han dividido tradicionalmente la Edad de los Metales dependiendo del metal que predomina en cada uno de ellos: Calcolítico (del griego kalkós, “cobre” y litos, “piedra”), Edad del Bronce y Edad del Hierro.
Los focos más destacados del Calcolítico y la Edad del Bronce fueron las culturas de los Millares y El Argar (Almería).

El periodo comprendido entre el final de la Edad del Bronce y el comienzo de la conquista romana de la Península se denomina Edad del Hierro, ya que fue entonces cuando se introdujo este nuevo metal. También es común utilizar el término de protohistoria al tratarse de un periodo de transición entre la Prehistoria y la Edad Antigua.

En este periodo, y de forma simultánea, se produjeron tres importantes procesos históricos: el esplendor y desaparición del reino de Tartessos (primer estado de la península ibérica de cuya existencia se tiene noticia), las oleadas de pueblos indoeuropeos y las colonizaciones fenicia, griega y cartaginesa.

LA PRESENCIA ROMANA: LA CONQUISTA Y LA ROMANIZACIÓN

La presencia romana en la península ibérica tiene su origen en el marco de los enfrentamientos bélicos entre Cartago y Roma.
Tras la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), que enfrentó a romanos y cartagineses por el control de Sicilia y se saldó con la victoria de Roma, los líderes cartagineses de la familia Barca –Amílcar, Asdrúbal y Aníbal-, asentados ya en la Península, vieron la oportunidad de compensar los efectos de la derrota extendiendo su presencia hacia el norte peninsular.

Fundaron dos ciudades: Akra Leuke (Alicante) y Cartago Nova (Cartagena), donde establecieron su capital. Tras el ataque y destrucción de Sagunto, ciudad aliada de Roma, esta intervino en la Península, desencadenándose la Segunda Guerra Púnica y, con ella, la ocupación romana de la Península.

ETAPAS DE LA CONQUISTA

La conquista romana fue un proceso que abarcó doscientos años, en los que se alternaron periodos de avance en la ocupación romana con largos periodos de estabilización.

Se pueden señalar varias etapas:

1. La Segunda Guerra Púnica y la ocupación del área ibérica (218-197 a.C.), con la ocupación del sur, el valle del Guadalquivir y parte del valle del Ebro.

2. De 197 a 31 a.C. se alternan fases de estabilización y consolidación del dominio sobre los territorios ya ocupados con periodos de conquista. Ante las constantes revueltas de los pueblos indígenas por los abusos sometidos por los romanos, Roma envió a un ejército y comenzó un periodo de represión y dominio por la fuerza. Roma acabó conquistando el centro y el oeste peninsular.

3. Las guerras cántabro- astures (31 – 19 a.C.) culminaron la conquista romana de la Península y el ejercicio de una fuerte represión sobre los pueblos que se resistían. El objetivo de Roma era doble: integrar la península Ibérica al Imperio y explotar la riqueza mineral del noroeste con el trabajo esclavo de los pueblos sometidos.

LA ROMANIZACIÓN

Durante los próximos cinco siglos, la civilización romana fue dominando todos los aspectos de la vida de los pobladores de la península ibérica.

El proceso de romanización es el proceso de asimilación de la cultura, las costumbres, las leyes y la religión, que la dominación romana impuso sobre los pueblos autóctonos.

Al finalizar la conquista de Hispania, Augusto la dividió en tres provincias: Baetica, con capital en Corduba (Córdoba), Lusitania, con capital en Emerita Augusta (Mérida) y Tarraconense, con capital en Tarraco (Tarragona).

Posteriormente, en los siglos III y IV variaría el mapa provincial al formarse nuevas provincias: Gallaecia, Cartaginense, Lusitania, Tarraconense, Baleárica y Bética. Todas ellas se englobaron en una unidad administrativa superior en tiempos de Diocleciano: Hispania.

Esta cohesión territorial fue uno de los factores que favorecieron la romanización. En ello también tuvieron un papel relevante el ejército, como medio de integración de los indígenas; la integración de Hispania en el sistema económico del imperio (con la formación de latifundios, la propiedad privada de la tierra, la utilización de la mano de obra esclava, el uso de la moneda y el establecimiento de la ciudad como centro comercial y de producción); la red viaria (con calzadas que comunicaban Hispania con el resto del Imperio) y la concesión de la ciudadanía romana a todos los hombres libres a partir de 212 d.C.

Las principales manifestaciones de la romanización fueron:

– La difusión del latín: su difusión, tanto oral como escrita, se extendió por prácticamente todo el territorio y se impuso sobre las lenguas autóctonas, aunque estas no desaparecieron totalmente.

– El uso del derecho romano: la unificación normativa sirvió para cohesionar la sociedad y difundir los principios de justicia y convivencia recogidos en la legislación romana.

– Las creencias religiosas: aunque se respetaron las creencias locales era obligado el culto al emperador y a la Tríada Capitolina (los tres dioses que simbolizaban el poder de Roma: Júpiter, Juno y Minerva). La religión era utilizada como medio de integración política. A partir del siglo III d.C., se difundió el cristianismo en Hispania, especialmente tras el Edicto de Milán (313), que decretaba la libertad religiosa y el reconocimiento oficial del cristianismo como religión. En el año 380, de la mano de Teodosio I, se convertiría en la religión oficial del Imperio.

LA PRESENCIA VISIGODA EN HISPANIA

A partir del siglo III comienza una época de crisis en el Imperio que los pueblos germanos aprovechan para invadir sus territorios. Así, en 260 Hispania es invadida por francos y alamanes. En el año 409 otros pueblos germanos (vándalos, suevos y alanos) penetran en Hispania sin encontrar apenas resistencia. Para frenar el ataque, el Imperio romano autorizó a los visigodos a asentarse en el sur de la Galia y controlar las invasiones de los pueblos anteriormente mencionados.

El Imperio romano y toda su estructura se hundieron definitivamente tras la ocupación de Roma por los pueblos bárbaros en 476 y el establecimiento de los visigodos en Hispania, lo cual creó un reino visigodo independiente con capital en Toledo. En 711, la llegada de los árabes a la Península propició el final de la monarquía visigoda.

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