Hay libros necesarios. Necesarios porque son un regalo para el conocimiento y porque invitan a la reflexión. Necesarios para alimentar el pensamiento crítico en estos tiempos de desnutrición intelectual. Estos libros, son libros que merecen ser leídos y reposados, que deben ser pensados y comprendidos. Libros de relectura obligada. Libros que abren mentes y despiertan conciencias. Materia viviente y vida pensante es uno de ellos.
Escrito a cuatro manos por el paleontólogo Jordi Agustí y el arqueólogo Eudald Carbonell, Materia viviente, vida pensante es un ensayo estructurado en dos cuerpos que intentaré humildemente reseñar.
“Nosotros, los Homo sapiens del siglo XXI, sin saberlo, nos debatimos entre la realidad de lo que somos y lo que ignoramos que queremos ser”.
En materia viviente, los autores nos conducen a un apasionante viaje por la historia de la materia viva y su evolución. Qué es la vida es la incógnita que los autores se aventuran a esclarecer a partir de lo empírico, de los hechos, así como a través del análisis de las diferentes teorías que explican la transformación de lo inorgánico a lo orgánico y su posterior evolución hasta la aparición de los primeros homínidos.
La siguiente escala del viaje se desarrolla en vida pensante. En un cuidado proceso reflexivo y creativo, se propone la necesidad de avanzar un paso más allá de la propia evolución natural y exponer una mirada prospectiva centrada en el salto de la hominización a la humanización en su avance hacia el transhumanismo. El sapiens actual ya ha tomado (o tiene el potencial de tomar) conciencia crítica de especie a partir de la crisis evolutiva en la que ya está sumido y le lleva (nos lleva) a un final de ciclo. Y ello nos obliga a plantearnos una visión de futuro examinando el presente y el pasado de nuestra especie. Pero no se trata solo de mirar el futuro sin más. Se trata de tomar conciencia de lo que queremos ser y trascender a las leyes de la naturaleza para la construcción de dicho futuro.
La construcción social del futuro
De sus páginas extraigo que es preciso democratizar el acceso a la posibilidad de construcción de un futuro. ¿Cómo? Con la educación: una educación que contribuya a aumentar nuestra conciencia de manera crítica. Una educación que permita reflexionar sobre esta construcción y entienda esta como un proceso histórico de participación global y colectiva. Pero solo con educación no basta. En este análisis prospectivo, que tiene como pilar el avance científico, es asimismo preciso el desarrollo de una tecnología, de una planificación y organización, así como de la determinación de una conciencia orientada hacia la construcción de un futuro sin un liderazgo determinado, más bien con corresponsabilidad. Ello implica que es necesario construir un futuro en común y este no puede entenderse como un proceso individualista. Porque si «los homo hemos aprovechado la sociabilidad para poder hacer frente a la selección natural con éxito» sin la socialización no seríamos como somos o quizás nuestra especie ya no existiría. Por tanto, debemos abordar la construcción social del futuro.
«Materia viviente, vida pensante es una reflexión de lo que somos y lo que podemos ser, de donde venimos, a donde vamos. Es una reflexión que nos pone en el disparadero de la acción, una acción coherente de especie, consistente como humanos en proceso de humanización».
La conclusión que extraigo es que el futuro de nuestra especie no acontece, no sucede simplemente. Es descifrable, pero a partir de la voluntad colectiva y del despertar de nuestra conciencia crítica de especie. Atrás quedan los tiempos en los que se auguraba el futuro a través del pensamiento mágico, de la adivinación o la profecía. Atrás quedan también los pensamientos utópicos y los mundos probables de la ciencia ficción. El futuro de nuestra especie, en el actual contexto planetario, depende de cómo nosotros decidamos nuestro destino y actuemos en consecuencia.